Estereotipos de género en la ingeniería, la arquitectura y el deporte
La profesora Élida Alfaro reflexiona sobre el carácter sexista de las ramas científicas y qué hay de biológico o adquirido en el comportamiento de las mujeres que no eligen estas áreas de estudio.
Transcurrido más de un siglo de la historia protagonizada por las obreras de la fábrica textil Cotton de Nueva York en 1908, en la que murieron 146 mujeres en el incendio provocado para acallar sus protestas por las infames condiciones laborales a las que estaban sometidas, y después de setenta años de las manifestaciones que otro grupo de mujeres mantuvo en las calles de Nueva York para conseguir el voto femenino, celebramos un año más el Día Internacional de la Mujer, como siempre con la esperanza de que llegue el día en el que no existan motivos para esta celebración.
Sin embargo, todavía, año tras año, miles de mujeres salen a las calles de todo el mundo para demandar nuevos derechos, defender los ya conseguidos y reivindicar leyes que respeten la igualdad de oportunidades entre sexos.
En muchos lugares del mundo las mujeres siguen demandando derechos básicos como el acceso a la educación, la cultura, el trabajo o la política. En los países más desarrollados expresan su voluntad de participar en condiciones de igualdad en sectores en los que tradicionalmente su participación ha sido minoritaria.
La ingeniería, la arquitectura y el deporte son, precisamente, sectores en los que la igualdad de oportunidades entre sexos sólo se hace patente en el ámbito jurídico porque, en la práctica, los datos reflejan una importante brecha entre lo legal y lo real, tanto en el número de mujeres y de hombres que participan como en los niveles de responsabilidad que ocupan.
El Día Internacional, momento propicio para la reflexión
El Día Internacional de la Mujer es un momento propicio para la reflexión sobre los motivos por los que se mantienen estas desigualdades, sobre todo en países como España que hace tiempo abrieron las puertas de las universidades a la población femenina y en las que globalmente las mujeres representan una clara mayoría. Actualmente son el 54,2% del total de estudiantes, sobre la población universitaria finalizan los estudios el 59,1%, realizan cursos de Doctorado y Máster el 54,6% y, además, tienen como media mejores expedientes académicos que los hombres (7,04 las mujeres frente a 6,94 los hombres).
Un análisis pormenorizado de estos datos globales, nos descubre, en primer lugar, que existen diferencias porcentuales importantes en la formación universitaria por ramas de estudio. Encontramos que: mientras en Ciencias Sociales las estudiantes representan el 61,1%, en Ingeniería y Arquitectura sólo alcanzan el 26,4% ; en las Facultades de Ciencias del Deporte, la balanza se inclina también hacia el lado de los hombres y las estudiantes sólo representan el 20% del alumnado.
Estas desviaciones se han encontrado igualmente en el ámbito internacional europeo y, consecuentemente, también se observan en el desarrollo profesional. Una gran mayoría de mujeres universitarias realiza su trabajo en ocupaciones relacionadas con la enseñanza, la salud o las ciencias de la vida y menos del 30% trabaja en ocupaciones relacionadas con las ramas más técnicas, como Físicas, Matemáticas, Ingeniería y Arquitectura, incluso cuando sus estudios universitarios hayan sido realizados en alguna de estas ramas.
A la vista de estos datos, es oportuno reflexionar sobre el carácter sexista de las ramas científicas anteriormente citadas y qué hay de biológico o adquirido en el comportamiento de las mujeres que no eligen estas áreas de estudio y/o desarrollo profesional.
Aunque las teorías neurosexistas apuntan a que pudiera existir una potencial explicación anatómico-neuronal a las diferencias de comportamiento entre ambos sexos , otros estudios bien documentados revelan que el desarrollo del cerebro humano es modular y que el entorno y las experiencias influyen en su estructura y funcionalidad con repercusión en el comportamiento individual.
Siguiendo esta última línea explicativa de las diferencias entre sexos, Rippon, G. (2011) defiende que no existen diferencias anatómicas significativas entre el cerebro masculino y femenino que justifiquen un comportamiento diferenciado, apuntando que los estereotipos de género son el mayor condicionante del desarrollo conductual en ambos sexos.
Otros estudios se orientan en esta misma dirección y afirman que no existen diferencias biológicas que impidan a las mujeres desarrollarse en campos científicos, tecnológicos y deportivos, si no que las diferencias conductuales observadas están más relacionadas con la motivación ambiental, la tradición y el contexto socio-cultural en el que se desarrollan las mujeres y los hombres.
Las relaciones personales y grupales de los seres humanos siempre han estado determinadas, además de por el sexo, por la cultura, las creencias y las tradiciones, tanto en las sociedades antiguas como en las modernas, y han condicionado la valoración social y el desarrollo personal de mujeres y de hombres.
La influencia de los estereotipos de género
En la base de los modelos culturales de lo femenino y lo masculino se encuentran los estereotipos sociales de género. Estos estereotipos son representaciones mentales sobre los comportamientos, actitudes y valores que la cultura y la sociedad adscribe a las mujeres y a los hombres, estableciendo las conductas que se consideran apropiadas o inapropiadas para cada sexo.
La asunción y el mantenimiento de los estereotipos de género en una sociedad condicionan el desarrollo de las personas de uno y otro sexo, incluso pueden determinar sus realizaciones personales y profesionales, así como su valoración y reconocimiento social. Además, los estereotipos de género dan lugar a los prejuicios sociales sobre las mujeres y los hombres, porque surgen de la consideración de las personas como grupo, su valoración sólo se basa en la pertenencia a uno u otro sexo independientemente de las características individuales, generando, de este modo, unas expectativas sociales sobre los papeles, funciones y actividades que se espera que cumplan las mujeres y los hombres que, a menudo, terminan condicionando las propias expectativas personales y sociales en torno a cada sexo.
El papel de las mujeres y los hombres en la sociedad es transmitido por la escuela, por la familia, el grupo de iguales, los medios de comunicación y la sociedad en general a través del proceso de socialización que se produce desde los primeros años de vida. En este proceso se adquieren las conductas propias de cada género (estereotipos de género), a la vez que la persona se identifica con el rol asignado como propio de cada sexo.
Estos aprendizajes son difíciles de cambiar porque son transmitidos de forma reiterada por los diferentes agentes sociales y son adquiridos en gran parte por imitación, así como a través de las expectativas sobre lo que en cada cultura se espera de las mujeres y de los hombres. Por ello, es fundamental tomar conciencia y reflexionar sobre la influencia que los estereotipos tienen en relación con la equidad de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, valores que en la actualidad son perseguidos por las sociedades democráticas. Sólo mediante la concienciación y la reflexión sobre este hecho, junto con el interés en modificar los estereotipos de género, podremos lograr un cambio real en el comportamiento, así como en la consideración individual y colectiva de los seres humanos.
Elegir de acuerdo con tus intereses y capacidades
Si una de las razones por las que la ingeniería, la arquitectura y el deporte siguen presentando desigualdades en el acceso a los estudios, y en el desarrollo profesional entre mujeres y hombres, es la influencia de los estereotipos de género, como parecen apuntar algunos de los estudios citados. La Universidad debe reflexionar colectiva e individualmente sobre su responsabilidad en el mantenimiento de modelos culturales de lo femenino y lo masculino que no son acordes con la realidad social en la que vivimos.
Las mujeres que realizan su formación en alguna de estas ramas científicas y las que desarrollan su actividad profesional en la ingeniería, la arquitectura y el deporte deben ser conscientes de su importante aportación para eliminar los estereotipos sociales de género. Es necesario que muchas más mujeres se sumen a ellas para hacer posible cambios definitivos en la sociedad.
Las jóvenes que deban decidir en un futuro próximo sobre su formación universitaria han de considerar la importancia que tiene elegir sin condicionamientos injustificados y de acuerdo con sus intereses y capacidades.
Tanto desde sus estructuras como desde su quehacer científico y cultural, la Universidad debe propiciar el cambio necesario para que mujeres y hombres sean tratados social y personalmente en equidad teniendo en cuenta sólo sus intereses y capacidades individuales, dejando a un lado los modelos preestablecidos.
- Elida Alfaro Gandarillas dirige el Seminario Permanente Mujer y Deporte de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF-UPM)