Esteban Vicente Jiménez
Nos ha dejado, a los 69 años, víctima de una larga enfermedad, Esteban Vicente Jiménez, compañero de la VIII promoción (1974-78). Fue un personaje único, irrepetible… por su forma de ser, carisma, carácter, voluntad…que le llevaron hacer cosas increíbles. Realizó escaladas en solitario invernal comprometidas e innovadoras, entre mediados y finales de la década de los setenta. Y lo más importante: ayer, cuando partió, dejó muchos amigos.
Piragüista, escalador, diseñador y constructor de un velero bellísimo, escritor de un manual de piragüismo y de un libro del Valle de Liébana visto desde el aire… Esteban fue un hombre de una arrolladora personalidad que llevó a cabo proyectos increíbles pues, cuando se proponía un objetivo, ningún obstáculo le hacía rendirse, pues nada le parecía imposible.
Esteban fue piragüista. Uno de los mejores de la época. Y decidió hacerse escalador con el ímpetu y el arrojo que le caracterizaban. En una época (la década de los 70) en que en el mundo del alpinismo y la escalada lo habitual era seguir unos pasos definidos hasta poder realizar actividades al más alto nivel… apareció de pronto, como un torbellino, Esteban Vicente. Un piragüista que conocía poco del mundo de la escalada (y lo decía), muy poco las técnicas de la escalada (y lo decía) y que, sin embargo, se lanzó a realizar la primera escalada invernal ¡en solitario! a la Oeste (vía Rabadá/Navarro) del Naranjo de Bulnes en febrero de 1976. Y, como algunos dudaron de aquella actividad tan adelantada a su tiempo, la repitió -también en solitario- al invierno siguiente.
Hay que situar esta escalada en la época para saber lo que representó. La primera ascensión invernal de la Rabadá/Navarro del Naranjo, que llevaron a cabo, en febrero de 1973, dos cordadas (Miguel Ángel García Gallego “el Murciano” y José Ángel Lucas en una, y, en la otra, César Pérez de Tudela y Pedro Antonio Ortega «el Ardilla”) fue una escalada seguida casi en directo por los medios de comunicación de la época, despertando un interés inaudito en la sociedad.
Eran varios los motivos por los que la invernal del Naranjo despertó tanto interés. En primer lugar los accidentes mortales que tuvieron lugar en los intentos previos. En segundo la “competición” que generaba las cordadas que coincidían en intentarlo al mismo tiempo aquel invierno de 1973. Otro motivo fue la fama que en aquel momento tenía Cesar Pérez de Tudela, un escalador con gran capacidad de comunicación quien, por diversos motivos, principalmente su participación en algunos de los trágicos rescates que habían tenido lugar durante los intentos previos de esta invernal, era un personaje tremendamente popular en nuestro país.
Tras esta primera invernal que tanta difusión tuvo en nuestro país, que llegara tres años después (el 24 y 25 de febrero de 1976) Esteban Vicente, alguien que no formaba parte del mundo de la escalada de la época, afirmando que había realizado en solitario invernal la Rabadá/Navarro de la Oeste del Naranjo creó tanta conmoción que hubo quienes no le creyeron. Así que volvió al invierno siguiente, la repitió y la filmó. La filmación nunca vio la luz porque una avería de la cámara de 16 mm hizo que la película quedara inutilizable. Pero un grupo de amigos -entre los que me encontraba- seguimos en directo la escalada. Compartimos muchos días de espera en el refugio de Urriellu, y le filmamos desde Tiros de la Torca y otros puntos situados en los alrededores del Picu.
Esteban Vicente también realizó otras escaladas invernales en solitario: la Brujas del Tozal de Mallo y la Rabadá/Navarro del Gallinero. También escaló en solitario y en el día todas las vías del Torreón de los Galayos.
Una persona tan inquieta e innovadora como Esteban no podía quedarse quieto en el piragüismo ni en la escalada. Un día, desde su canoa, contempló un gran velero. Le impactó y decidió construirse uno. No tenía conocimientos náuticos ni dinero. Lógicamente, para una personalidad como la suya esto no era un problema. Reunió un grupo de amigos, les explicó el proyecto y juntos se lanzaron a construir un gran velero (de 31 metros de eslora y mas de 120 toneladas) con el que dar la vuelta al mundo por la ruta de Magalles Elcano.
Esteban Vicente, que había estudiado INEF, no sabía nada de ingeniería, nada de barcos, pero estaba dotado de una gran inteligencia espacial y una aún mayor habilidad manual -sobre todo trabajando la madera-, realizó los planos de la réplica de la goleta del siglo XIX (que lógicamente fueron revisados por un ingeniero naval). El grupo de amigos se fue a vivir al albergue existente en el Puerto de Piqueras (Soria), con el objetivo de gestionar este albergue y así generar fondos, mientras talaban los árboles y se hacía con la madera con la que fabricarían, lejos del mar, las piezas del barco.
Posteriormente, en el puerto de Lekeitio, les prestaron un viejo astillero (que era poco más que un gran cobertizo) donde, a lo largo de tres años, construyeron La Goleta Fue un proyecto muy loco, pues no tenían recursos económicos (en ocasiones incluso para comer tenían que tirar de imaginación), pero Esteban Vicente, Inés Zalba -su mujer en aquel momento- y el resto de los amigos que le acompañaban en esta «locura» no se dejaron echar atrás ante ninguno de los muchísimos problemas que encontraron. Por suerte, en un momento de la construcción, les apareció un gran patrocinador -que luego se retiró- pero les dio un último empuje. El “Marea Errota”, como fue bautizada la goleta, fue botada el 15 de mayo de 1984 en medio de una gran fiesta que vivió con ilusión el pueblo de Lekeitio.
Diversos problemas hicieron que el “Marea Errota” no llevara a cabo su proyecto de dar la vuelta al mundo. El velero estuvo durante casi dos décadas en Lanzarote realizando excursiones con turistas. Esto proporcionó a Esteban Vicente recursos económicos para llevar a cabo su siguiente gran proyecto: construirse la casa de sus sueños (lógicamente diseñada y construida en madera por él mismo) al pie de esas montañas que tanto significaban para él: los Picos de Europa.
Dicho y hecho, buscó un lugar bellísimo en el Valle de Liébana, al que solo se podía acceder por una pista de varios kilómetros desde el pueblo más cercano. Y allí construyó una casa absolutamente única pues Esteban Vicente, además de tener una gran capacidad para diseñar espacios, tenía un altísimo nivel como carpintero. En madera construía piezas únicas que solo alguien con gran creatividad y dominio del arte de la carpintería podría llevar a cabo.
En este casa del Valle de Liébana vivió Esteban Vicente gran parte de su vida. Disfrutando de los Picos de Europa, del Valle de Liébana… y de la construcción en madera, pues su casa fue un proyecto vivo que siempre siguió adelante con diferentes cambios y reformas pues la imaginación de Esteban Vicente no tenía fin a la hora de continuar dando forma a aquel espacio que tanto amaba y significaba para él.
Y, en medio de ello, Esteban Vicente se lanzó a vivir un nuevo sueño. Se hizo piloto privado de helicóptero, se compró su propio helicóptero (un pequeño Robinson R22) y disfrutó de muchas horas de vuelo.
¿Qué había sido de la Goleta Marea Errota? La competencia de otros barcos hizo cada vez más difícil su supervivencia económica llevando turistas. Por suerte, el gobierno de Cantabria la apadrinó durante varios años, bajo el nombre de “Cantabria Infinita”. Con base en el puerto de Santander siguió navegando hasta que, acabado este acuerdo, y dada la grave enfermedad que comenzó a padecer Esteban, cambió de nuevo su nombre por Atyla, para convertirse en un barco escuela internacional que en la actualidad capitanea Rodrigo de la Serna, sobrino de Esteban.
La grave enfermedad que padecía, que sabía irreversible, nunca desanimó a Esteban. Mantuvo su energía y empuje hasta el final. Siempre creando nuevas piezas para su casa que reflejan su genialidad trabajando la madera.
Desde ayer Esteban ya no está con nosotros. Pero en el Valle de Liébana, al pie de los Picos de Europa, queda una de sus grandes obras: la casa que soñó y construyó rodeada de esos paisajes que tanto amaba.
Su otra gran obra, el velero Atyla, surca los mares de Europa siguiendo el sueño de Esteban. Pocos personas imaginarán, cuando contemplen esta goleta, que la proyectó, construyó y capitaneó alguien que nunca había navegado, que tampoco tenía recursos económicos. Una persona para quien no existía la palabra imposible.
En el mundo de la escalada Esteban Vicente pasó como un auténtico terremoto realizando en muy poco tiempo, en solitario invernal, grandes rutas míticas, dejando una gran huella en quienes le conocimos. Esteban Vicente no era solo la increíble capacidad que tenía de llevar a cabo proyectos únicos, era sobre todo su arrolladora personalidad, su carisma, su energía, vitalidad, la manera que tenía de transmitir sus vivencias y realizaciones, el cariño con el que trataba a sus amigos.
Con Esteban Vicente se nos ha ido un personaje único, irrepetible. Y el Valle de Liébana y los Picos de Europa han perdido a una de las personas que más han amado (y disfrutado) sus paisajes y montañas. DEP, compañero.
(Desnivel.com)
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