Los protagonistas olvidados
Expectante en este tiempo de cambio de la Ley del Deporte de 1990, no deja de sorprenderme el interés por los menores deportistas. Lamentablemente detrás de cada titular que los menciona, solo veo el reflejo del fútbol en su más limitada vertiente, la económica.
Quizás soy una romántica del deporte, y porque no decirlo conservo la ilusión de que esta Ley nueva que nos anuncian, y cuya preparación se ha encargado a un grupo de expertos en la gestión y el derecho deportivo, este proyecto de Ley que ha conseguido generar debate y que ha sensibilizado colectivos y partidos, aborde el mundo del menor en su práctica deportiva.
Confío en que sin duda habrá de incluir la problemática y casuística del futbol, pero espero que no deje abandonadas a su suerte el resto de cuestiones nucleares que actualmente subyacen y carecen de tratamiento, más allá de las soluciones parche.
Me refiero a cuestiones como la violencia en la práctica deportiva, las sanciones por dopaje a menores, la disciplina deportiva, los abusos, la representación de sus intereses, y porque no a la tutela de sus derechos.
Los menores son tratados al igual que los adultos en la actual Ley del Deporte, y en las 17 leyes autonómicas que conforman el mapa legal del deporte español, al igual ocurre en el Real Decreto de Disciplina Deportiva, y en los decretos autonómicos, por no decir nada del Código Mundial Antidopaje y la actual Ley Orgánica de Protección de la salud en el Deporte española.
Probablemente el mayor número de practicantes de deporte actualmente en España, sean menores de edad, es difícil acceder a datos de deporte federado porque las licencias actualmente no se diferencian entre adultos y menores, salvo las excepciones de deporte escolar.
Así si se consultan las páginas web de las Federaciones nacionales o autonómicas, no se obtiene dato o referencia que facilite cuantificar o identificar el volumen de menores que practican deporte, como tampoco se obtiene el dato en el INE, Instituto Nacional de Estadística.
En todo caso el volumen de menores practicantes de deporte competitivo o no, federado o no, es afortunadamente elevado. No tanto como sería deseable cuando se acercan a la etapa universitaria, que coincide con el abandono de esa minoría de edad.
Que las actuales leyes del deporte estén enfocadas en el deporte para adultos solo dificulta la tutela del menor. A pesar de haber sido promulgada una Ley Orgánica del Menor y establecer en su preámbulo la necesidad y vocación de la Ley de ser transversal y de dotar de medios de prevención y de sanción lo cierto es que al deporte no ha llegado.
Así en el ámbito de la disciplina deportiva, que no distingue salvo sanas excepciones entre las sanciones de los adultos y los menores, encontrándonos que la ultima ratio de la sanción que no es otra que la educación, y reinserción, no solo no son atendidas, sino que además son menospreciadas.
Si un menor comete una infracción la sanción más frecuente será la de privación de la licencia, es decir, le dejaremos sin competir, y en algunos casos como el del golf, sin poder entrenar, ya que sin licencia no tienen acceso a los campos de golf y por lo tanto ni podrán entrenar, ni jugar.
¿Realmente cumplimos con la finalidad educativa adoptando esa medida sancionadora?
La realidad es que no. Desde algunas federaciones y con un gran esfuerzo se ha logrado la adopción de medidas sustitutivas, educativas, que permiten priorizar en interés del menor y adoptar medidas alternativas que si tienen como objetivo la educación y reinserción del menor en el mundo deportivo.
A título de ejemplo federaciones como la Madrileña de Golf, o las Españolas de Gimnasia, o Remo, han adoptado este tipo de medidas educativas, 1 de 19 autonómicas, o 2 de 63 españolas, el porcentaje es ínfimo.
Otras situaciones de desprotección absoluta de los menores en temas de dopaje y de violencia. Desprotección sí, porque tanto en el dopaje como en la violencia se castiga a la VICTIMA, el menor.
Si atendemos al hecho de que el menor no podrá tomar la decisión de consumir una sustancia dopante, con la excepción del consumo del cannabis o el alcohol en adolescentes, el resto de sustancias son prescritas, suministradas o facilitadas, e incluso administradas por adultos, es infrecuente que el menor decida tomar un esteroide, un anabolizante, o un beta-agonista (bronco dilatador).
Ni lo adquiere, ni se lo administra a escondidas del adulto, sino que habitualmente detrás de estas acciones se oculta la sombra de un tramposo que busca alterar el resultado deportivo sin importarle el precio que el menor deba pagar, sin importarle la salud del menor, ni su futuro deportivo. A eso me refiero cuando digo víctima, y lo será doblemente, primero por verse obligado a consumir sustancias dopantes a riesgo de su futura salud, y segundo porque asumirá el castigo de verse privado de su licencia y manchado de por vida por una sanción de dopaje.
¿Realmente estamos tutelando y protegiendo al menor?
No causa menos indefensión el caso de la violencia, cuando hablamos de violencia en el deporte en categorías inferiores nos referimos esencialmente a la violencia que se genera entre el público, es decir, entre los adultos que acompañan a esos menores en su práctica deportiva, bien entre ellos, bien en relación con el menor.
Los casos en los que se acuerda sancionar al menor por las acciones de los padres son numerosos. La respuesta siempre es la misma, los padres no tienen licencia, el menor si. Y para dar ejemplo sancionamos al menor, y lo hacemos con la privación de la licencia.
No nos paramos a considerar que probablemente ese menor solo tenga un lugar donde recibir una educación en valores que no sean la solución de los conflictos a través de la violencia, y ese lugar sea su deporte, su club, su equipo, sus compañeros.
Ese referente del que le privaremos para ejemplarizar que en nuestro deporte no toleramos violentos, es decir, no queremos niños que tengan progenitores conflictivos, no queremos educar a través del deporte, ni queremos transmitir valores, queremos una foto rápida y una solución sencilla. (recordemos al padre del benjamín de triatlón que propino un cabezazo a un técnico y le rompió la nariz, ignoramos si era un violento o un buen hombre que se sintió impotente por no poder ayudar a su hijo y tuvo una reacción aislada y lamentablemente violenta, lo que sí sabemos es que se privo al menor de la posibilidad de continuar practicando su deporte, al menos en su club, por solidaridad con el técnico, por ejemplarizar con el colectivo de padres, por…. lo cierto y veraz es que una vez más sancionamos a un inocente y lo hacemos con absoluta normalidad.
Podríamos continuar ahora el elenco de situaciones perversas que disponen nuestras normas para que los niños no puedan abandonar el club donde se han formado sin que se paguen derechos de formación, o para que los clubes pequeños reciban una parte de compensación por la trayectoria deportiva de sus integrantes, formulas de solidaridad, contratos laborales, derechos de retención, cartas de libertad….. y me pregunto siempre lo mismo, ¿es que esos niños no han abonado su cuota para practicar deporte?. ¿es que hablamos de algo diferente a deporte, a juego? si, hablamos de algo diferente hablamos de obtener recursos económicos a través de los menores, de sus habilidades.
No es que esté en contra o a favor. Simplemente creo que deberíamos reflexionar, pensar en esos niños y niñas que se ven privados de poder jugar una temporada deportiva porque su club no le da la carta de libertad, y estará sentado en un banquillo esperando a jugar mientras en el club de enfrente tiene una oportunidad real para jugar y no estar en el banquillo.
Sus derechos de imagen, sus datos, su representación, son tantos los temas que en relación a ellos se deben tratar, como protegerles del abuso y la violencia, de diferenciar y no confundir sacrificio y esfuerzo con maltrato. Pero no a través de la creación de un protocolo de abusos en manos de inexpertos que lo único que podemos hacer es desvirtuar realidades, y evitar que reciban la ayuda adecuada en el momento oportuno.
No quiero dejar de soñar, soñar que esta vez el legislador tendrá en cuenta el menor, su problemática y su casuística, que no velará por el interés general, sino por el interés del menor, por tutelarle, protegerle y ampararle.
Que esta vez se diseñarán los mecanismos legales necesarios para que la sanciones a los menores sean educativas, para que la violencia se busquen soluciones arbitrales o de mediación, o cualesquiera otras que no pasen por sancionar a la víctima, sino protegerla, que se luchará por permitirles que puedan jugar y cambiar de club sin que les retengan fichas, que primará la educación en los valores del deporte.
Un reto, nada sencillo. Deseo que la sabiduría del legislador se deje ver en la sensibilidad para dar soluciones a los problemas, que su prudencia y valentía se hagan visibles y doten de futuro a nuestros menores en el deporte.
Dra. Ana Ballesteros Barrado
Abogada- Lawyer CCBE
Arbitro y Mediadora deportiva
BB Sport&Law